viernes, 17 de diciembre de 2010

Emily (Ichigo Heaven)

Os presento a mi pelirosa Emy! Una chica divertida con su propio estilo, le encanta la moda colorista y kawaii, hacer de modelo, leer manga, pasarse las tardes viendo el K3, ir al cine, los batidos de fresa, quedar con sus amigas y un larguísimo etc...





Próximamente, su historia..

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Lisbeth Vanrose (Dal Ende)

" Corría el año 1730, el Condado de Shirensee estaba siendo asolado por una rara enfermedad que se había cobrado las vidas de los más humildes. Los cuerpos de hombres, mujeres y niños se encontraban descoloridos, con un aspecto fantasmal, y sin rastro alguno de la sangre que antes había corrido por sus venas. El terror se apoderó de los habitantes de esas tierras, los adinerados se encerraron en sus palacios temiendo lo que llamaron " el aliento de la muerte". Ninguno de los ilustres hombres de la ciencia ni los más reputados siervos de Dios lograban encontrar una explicación a la oscuridad que se cernía sobre ellos, los individuos fallecidos no presentaban ningún signo de enfermedad ni agotamiento antes de perder sus vidas, no había razón para presentir tal horrible desenlace.

Pasaron 13 lunas desde que se hallaron las primeras muertes, era una noche gélida y oscura,el silencio inundaba el palacio de la familia de Shirensee Blackfeld donde pasaban las horas los últimos supervivientes del lugar. Mathew y su hija Lisbeth vivían encerrados en sus habitaciones desde que las extrañas muertes de los sirvientes habían despertado las más oscuras sospechas sobre la naturaleza de su esposa, Lillien de Blackfelds cuyo comportamiento se había tornado huraño y receloso desde la última luna nueva.
Lisbeth, de 16 años, temía lo que podía ocurrir si las descabelladas intuiciones de su padre fueran ciertas, la vida de su querida madre corría peligro en el caso contrario, pero si lo eran.. si eran ciertas estaba claro que nada importaba ya.
Con el valor de aquel que sabe que no tiene otra opción, Mathew abrazó a su hija con brazos temblorosos. Su rostro demacrado por el hambre y el miedo reflejaba el amor que sentía por aquella niña de largos cabellos dorados. Con la voz rota le dejó instrucciones de esconderse en el ropero y no salir de allí pasase lo que pasase, oyera lo que oyera, debía mantenerse alejada de su madre. Él la engañaría diciéndole que la niña había huido y cuando todo hubiera acabado debía salir de allí y marcharse lo más lejos que pudiera de Shirensee. Ella lloraba y se resistía a soltar a su padre, pero cedió ante la insistencia brusca de este.
Encerrada en el viejo ropero, temblando y con los ojos humedecidos, vio por el cerrojo como su padre preparaba su arcabuz y salía sigilosamente de la habitación.

Pasaron los minutos, Lisbeth no podía despegar su mirada de la puerta esperando algún movimiento, esperando a su padre, esperando despertar sobresaltada y descubrir que todo aquello había sido simplemente una horrible pesadilla.
La ansiedad podía con ella, no sabía cuanto tiempo llevaba ahí escondida. ¿Por que no hay ni una señal de sus padres? El silencio era aterrador, ni siquiera los viejos muebles ni los helados pórticos de las ventanas se atrevían a crujir.. habían pasado horas y no escuchó el temido disparo, ni las voces de sus padres. ¿Que habrá ocurrido?
La joven se acurrucó en un rincón del armario apretando las piernas al cuerpo, echa un ovillo, con el rostro humedecido por el llanto. Intentó aclarar sus ideas y tomar una decisión pese a que en ese mismo instante solo deseaba quedarse ahí, entre vestidos y mantas, en la oscuridad, deseaba dejar de respirar y que dejara de dolerle el pecho, dormir días o mejor años y dejar de existir ya que su vida y sus padres parecían haberse esfumado. Pero eso no iba a pasar... tenía que hacer algo.
Se armó de valor y secándose la cara con la manga de su vestido se dispuso a salir, agarró con cuidado el pomo del ropero y echó una última ojeada por el cerrojo.
El corazón le dio un vuelco y la sangre se heló en sus venas al encontrarse con otros ojos que la espiaban a ella por el otro lado del cerrojo, unos ojos rojos como el fuego. Ahogó un grito y con un acto reflejo sujetó con fuerza el pomo intentando que aquel ser entrara. Pero fue inútil, la puerta se abrió bruscamente arrojándola por los suelos de la habitación como si fuera una muñeca de trapo. Aterrorizada se volteó y se encontró con un ser que llevaba el mismo rostro de su madre.. pero  no era su madre. Una mujer de largos cabellos rojizos, blanca como la nieve que parecía sostenerse sobre un aire gélido y que la observaba con rostro apenado.
Lisbeth se quedó ahí sentada incapaz de mover un músculo, con la respiración agitada invadida por el miedo, mirando a la mujer. Esta se acercó a ella, le acarició sus cabellos dorados, y la miró con ternura mientras una lágrima recorría su rostro. Por un instante Lisbeth pareció reconocer a su querida madre.
"Hija mía, lo siento, perdóname. Perdóname por lo que soy... por lo que te he hecho trayéndote al mundo"
"¿Do..dónde está padre?"
"Amo a tu padre" Lillien luchaba por no caer en el llanto, miraba a su niña, su querido bebé. "Cielo mío, hay mucho que debes saber, vendrás conmigo pues debemos huir de aquí.. no dejaré que cometas los mismos errores que yo."
" Madre... quiero ir con mi padre." Dijo Lisbeth sollozando.
"No podrás volver a verle, escúchame bien. No eres como ellos, si le amas.. como yo le amo, debes alejarte de él."
"¿Por qué? No quiero!"
" Lisbeth! Tu llevas mi sangre, la sangre de mi familia, pensé que podría controlarlo que no ocurriría nada porqué nunca se había manifestado en mi hasta ahora. Pero tu abuelo me advirtió y ahora lo se.. no hay vuelta atrás mi niña, debemos irnos de aquí y salvar a tu padre."
"¿Mi abuelo? ¿Madre que eres, que.. somos?"
" Somos peligrosas para la gente que amamos, hijas de la noche cielo mío..." Lillien rompió a llorar "Olvídate de la gente que amas."
"Madre... no..."
"Yo estaré contigo, te amo hija mía" La estrechó entre sus brazos y la besó. Le secó las lagrimas con sus manos heladas y la ayudó a incorporarse, Lisbeth no entendía nada, pero podía leer en los ojos de su madre la preocupación y el amor que sentía por ella. Por primera vez en toda su vida sentía que le estaba diciendo la verdad.
"Está a punto de amanecer, empaqueta lo que puedas y marchemos de aquí."


Desde aquella noche la vida de la pequeña Lisbeth Marie de Blackfelds nunca volvió a ser la misma, nunca volvió a ver a su padre ni regresó jamás a Shirensee. Nunca volvió a ser una joven de 16 años, una hija inocente, un ser mortal.





.../... continuará.